martes, 6 de mayo de 2008

Reencuentro con los muertos


La Visita al Cementerio el Ángel y el Presbítero Maestro de Carmen Sara en busca de sus Parientes.
Después de unos 15 años.

Carmen Sara llevaba 15 años sin visitar la tumba de su padre, hasta que un día su alocada hija le pidió que la acompañara, pues debía hacer un trabajo importante. Ella aceptó, porque sabía que no podría dejar a su hija sola, dado que ir a ese lugar era algo peligroso.

Emprendieron su pequeño recorrido en micro, había que tomar dos para llegar. Cuando arribaron al punto en el que se tomaba el segundo micro , se encontraban medias perdidas, Carmen no recordaba exactamente cual era el otro por tomar, vió uno y cuando lo quiso tomar ella y su hija casi fueron atropelladas, algo irónico, el poder haber muerto antes de ir a un cementerio.

Por fin llegaron al primer cementerio “El Ángel”, donde se encuentra enterrado el padre de Carmen. El camposanto es de terreno amplio, las tumbas en su mayoría son en el suelo, están divididas por jardines, no hay muchas criptas, ni muchos bloques, pero es sorprende ver como aun en la muerte se distinguen las clases sociales.
Alberto Sara era pediatra, un gran medico asimilado a la Policía Nacional, que no cobraba consultas a sus pacientes, era incondicial y apegado a su trabajo, pues cuando habían emergencias el salía corriendo a atenderlas; era de regalar medicina a sus pacientes, éstos lo querían mucho y le retribuían con presentes.
Murió en Iquitos, el 27 de Diciembre de 1970, 2 días después de navidad. Se cayó en el baño, paralizándose medio cuerpo, una vez en el hospital los médicos dijeron que tenía un tumor, que recién se había manifestado por el calor de Iquitos. Alberto nunca lo notó porque la mayor parte de su vida la pasó en Huancayo, una provincia fría.
Para trasladar el cuerpo de Alberto a Lima, Luis Quintana, hermano de la madre de Carmen, quien para ese entonces era Senador de la República, contrató un avión de la FAP .Toda la familia viajo en ello.

Ni bien entró comenzó a buscar su tumba. Ella y su hija dieron algunas vueltas, fue como por instinto que recordó donde se encontraba, necesitó de la ayuda de Segundo Pérez quien lleva protegiendo la tumba de Alberto ya unos 12 años, la limpia y una vez por semana se queda por la noche, como el dice: “hay que tenerle mas miedo a los vivos que a los muertos”.

Se quedaron unos momentos observando la tumba, la madre y su hija; para la joven era la primera vez que de alguna manera conocía a su abuelo, le dejó algunas flores que ella nunca había visto en su vida. Su madre pidió que le rezara a su abuelo, ella no sabia que decirle, hasta que en su mente elaboró algo. Luego, optó por tomar algunas fotografías, pues quería tener esos recuerdos.
Ambas vieron otras tumbas de familiares, se dieron cuenta que no estaban cuidadas así que decidieron limpiarlas un poco.
Después de todo ello, decidieron ir al “Presbítero Maestro”, dado que allí se encontraba enterrada una de sus hermanas mayores que murió con tan solo 2 años de edad, de nombre Dora Graciela Sara Quintana.
Dicho lugar es de mayor extensión y más antiguo que el camposanto “El Ángel”, de alguna manera su aire es más sombrío por la infinidad de esculturas y mausoleos antiguos, al igual que sus bloques, en donde uno se podría perder.

Cuando llegaron emprendieron la búsqueda, nuevamente la memoria de Carmen comenzó a trabajar y dió con el lugar exacto en donde se encontraba su hermana.
Algo que alegró a madre e hija es que la tumba se encontraba cuidada y hasta con algunas flores, era de esas tumbas que se encuentran en bloques altos, dónde hay muchas personas enterradas.
Luego quisieron seguir explorando ese extenso lugar, dado que su hija se emocionó por ver los grandes mausoleos.
La primera tumba que notaron fue la de José Santos Chocano, quien fue un gran poeta y enterrado de pie; algo que indignó a su hija fue ver dicha tumba descuidada, no pudo evitar tomar una fotografía.
Después se topó con el mausoleo de Manuel Pardo, un ex presidente del Perú,
Luego de seguir de observando mausoleos y tumbas, se quedó boquiabierta al ver una cripta inmensa que hizo Manuel Pardo y que amplió Fernando Belaúnde Terry para los héroes caídos en la guerra de 1879, era la más grande del lugar.
Todo esto ocurría mientras Carmen buscaba la tumba de Daniel quintana, otro familiar con una pequeña historia.

Él era sacerdote en el distrito de Apata, Huancayo. Daniel se dió cuenta de algo curioso, que cuando la iglesia tenía problemas económicos, el sacristán le conseguía al párroco algunos objetos de oro para solucionar los problemas.
En ese momento lo pasó por alto, cuando él llegó a ser párroco, justo se volvieron a presentar los mismos problemas económicos, el sacristán de esa época, le dijo que le ayudaría a solucionarlos, le vendó los ojos y lo llevó hasta un cuarto que parecía encontrarse debajo de la iglesia, porque se escuchaba el campanario; cuando le quitaron las vendas observó que el cuarto estaba lleno de objetos de oro, el sacristán le dijo que escogiera solo lo que necesitara, sacándolo después de allí. Dicen que Daniel nunca supo la ubicación exacta de ese cuarto, a pesar de las investigaciones que hizo, perforando un pozo como pretexto, que al final tuvo que hacerse realidad porque la comunidad se entero de lo que quería realizar.

Carmen no encontraba la tumba, luego de un rato su hija se unió a la búsqueda; después de que no le permitieran seguir tomando fotografías, cuando la pillaron tomándole una a la tumba de Ricardo Palma; entre laberintos de bloques de cementos, con un atardecer y a pocos minutos de cerrar el cementerio, lamentablemente no pudieron encontrarlo; decidieron emprender el pequeño viaje de regreso, asegurando que la próxima vez irían mas temprano y que no se darían por vencidas.


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